18 abril 2009

Las bestias urbanas II. Mirar



Mirar. Los muerciélagos
A primera vista cuesta imaginarse a un conjunto de murciélagos en una jaula de zoológico. Sus hábitos y condiciones de vida son fantásticamente distintas de aquellas que permiten el contacto habitual de zoológico. Son pequeños, viven en la oscuridad, vuelan a grandes velocidades y permanecen el mayor tiempo oculto entre ramas y cuevas.
Una pequeña construcción cerrada y oscura, contiene una jaula de vidrio, dentro de la cual pequeños focos de coloridas aunque tenues luces, permiten contemplar las siluetas nerviosas de los voladores. No es casual que la dirección del zoológico haya preferido explotar la vinculación mitológica de esta clase de animales con las fuerzas transhumanas del mal, como modo de presentación.
Durante las vacasiones de invierno sólo se puede ingresar a este cuarto caminando lentamente por una gruesa fila de gente, que transita la oscuridad entre dubitativa y asombrada. Miran en la oscuridad. Dentro del mismo se respira la clase de perpeción que experimenta uno entre la muchedumbre caótica y cosmopolita que agota la Capilla Sixtina esforzando la mirada hacia el techo confeccionado por Miguel Ángel. Allí todos miran hacia arriba, tropezando y consumiendo visualmente, mientras un valet de seguridad del Vaticano reclama tránsito y movimiento: mirar y seguir caminado. Aquí, en la casa de los murciélagos, como le han dado en llamar a este pequeño cuarto que presentan como tenebroso, esto sucede de manera más espontánea, menos sofisticada y controlada, pero la naturaleza de la práctica es la misma.
LL. Julio 2005

No hay comentarios: