Antinomias de la mirada. El aguará guazú.
Aquí la perpeción visual practicamente se diluye, no existe en la forma clásica propia del zoológico. Manifestando la clase de contradicciones que envuelven las relaciones que establece este tipo de instalaciones de clausura y consumo.
El aguará guazú, cuyo nombre científico que destila por debajo de la nominación propiamente guaraní, es Chyrocyon brachyrus, es un felino de la zona selvática compuesta por el noreste argentino, los bosques paraguayos, el sur de Brazil y Bolivia. Su particularidad, que auncia un cartel a los pies de la jaula, radica en que no se mueve de día. Duerme mientras el sol brilla y el zoológico abre sus puertas, para merodear recién en la nocturnidad, cuando las puertas del establecimiento ya han sido cerradas al público. Como es imposible verlo el cartel enseña como mirar. Una reproducción fotográfica del artificio de habitat, al interior de la jaula, marcada con señales coloradas, indica los puntos del espacio que hay que mirar (la mayoría de ellos entre los matorrales y arbustos), para pretender descubrir al animal durmiendo. Esto no evita, mas bien induce, a que la gente se amontone alrrededor de la fotografía para deducir su mirada de acuerdo a los circulos confeccionados sobre la imagen.
El animal se presenta ahora misterioso, como la selva espesa de la cuenca amazónica. Es pequeño y tan extraño como desconocido. Un desliz mistificante lo representaría por demás similar a los guaraníes que se acuartelan en las periferas de las grandes estancias yerbateras de Misiones. Ocultos entre matorrales, al resguardo en la espesura, permiten la fetichización de la ausencia. La percepción es no mirar, sino imaginar sobre el desierto fantasmagórico. La realidad, más alla de una deslucida jaula, es el cartel que nos dice que allí adentro hay algo, y que merece ser visto. Luego, se desvanece la nominación y con ello el aguará guazú.
LL. Julio 2005
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