Horas después de que el Gobierno hondureño volviera a decretar el toque de queda, aconteció en Tegucigalpa otra intensa jornada que enfrentó por segundo día consecutivo a seguidores del presidente depuesto, Manuel Zelaya, y policías del régimen de facto.
El pasado miércoles 12 de agosto 5.000 manifestantes protestaron en las proximidades de la Casa Presidencial, reclamando el retorno de Zelaya. Entonces no se produjeron incidentes. Posteriormente se dirigieron hacían el centro de la capital hondureña (donde se encuentra la sede del poder Legislativo), donde intercedieron las fuerzas de seguridad y se realizaron numerosas detenciones. Allí se produjeron disparos de bombas de gas lacrimógeno y el vicepresidente del Parlamento, Ramón Velázquez, fue abordado por seguidores de Zelaya. El portavoz policial, Orlin Cerrato, informó a la prensa que el incidente se produjo mientras los manifestantes realizaban destrozos en edificios públicos y privados.
El presidente de facto, Roberto Micheletti, afirmó que las manifestaciones no son contra su gobierno sino contra la población. Además, habló de terrorismo. "Injustamente la acción violenta y terrorista no está dirigida contra el Gobierno. Se dirige contra la población. Se propone interrumpir el proceso electoral", ha expresado.
Micheletti aprovechó para insistir que el 29 de noviembre se celebrarán elecciones generales y pidió la cooperación de la ciudadanía para detectar y denunciar movimientos sospechosos de “extranjeros infiltrados”. Al parecer la tasa de inmigración en Honduras es astronómica, ya que sólo en un día se congregaron más de 5.000.
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